El
nuevo tarifazo impuesto por la federación madrileña de taekwondo en lo
referente al importe que cada deportista debe satisfacer en el caso de que
quiera participar en alguna de las competiciones promovidas por dicha institución,
es consecuencia inseparable de la dejadez que los “maestros” de Madrid hemos
tenido a la hora de participar en las pasadas elecciones.
Las
cuotas las propone la junta directiva y son aprobadas “democráticamente” por la
asamblea general, principal órgano de gobierno de la federación. Si la asamblea
entendiese que las cuotas propuestas por la junta directiva, no se ajustan a la
propia realidad económica que vive la federación como estructura, ni a la
realidad social del momento que vivimos, podría oponerse a su aprobación y
negociar con la aquella unas tarifas más acordes a las necesidades reales de
gestión de la propia federación y de los intereses de sus principales valedores
que son los deportistas, elementos sin los cuales esta institución pierde su
razón de ser.
La
falta de interés que hemos demostrado todos aquellos que no hemos participado
en estas elecciones, limita nuestro derecho a quejarnos de las nuevas
imposiciones y nos invita a hacernos consecuentes de nuestros actos y a asumir
la repercusiones económicas o deportivas que las decisiones de los actuales
dirigentes provoquen durante los próximos cuatro años por nuestra falta de
acción.
La
desunión, mal endémico de este colectivo, provocada en unas ocasiones por la
poca capacidad para dejar a un lado la lucha de “egos” y aunar esfuerzos en pro
del interés común que es la promoción del taekwondo (lo bueno para ti será
bueno para mí) y en otras ocasiones por el “miedo” a perder determinados
privilegios con los que algunos puedan contar por el hecho de apoyar determinadas
políticas no siempre dirigidas por un espíritu ético (la filosofía que siguen
nuestros dirigentes desde hace más de 25 años es: “o estás conmigo, o estás contra mí”) ha impedido que en las últimas
elecciones se haya podido generar una oposición fuerte a la actual directiva
que pudiera entrar a formar parte de la nueva asamblea y evitar una mayoría
absoluta, que es garantía segura de comportamientos despóticos en cualquier
ámbito social, como podemos comprobar en la actualidad.
Y
es extraño que no haya existido dicha oposición cuando pulsando el estado de
ánimo del colectivo durante los últimos años, el descontento general ha sido la
nota predominante. Pero ese es otro mal endémico de nuestra sociedad, hablar
mucho y hacer poco.
De
todo lo anterior se infiere que nuestra cuota de responsabilidad individual es
mayor de lo que podamos pensar y, antes de demonizar a nuestros actúales dirigentes,
deberíamos mirarnos un poco para adentro y empezar a pensar en qué podemos
hacer para mejorar esta situación.
Así
qué, desde aquí, pedir perdón al colectivo por la parte de responsabilidad que
me toca en la situación creada y poner de manifiesto mi disposición para
colaborar, tanto con la actual junta directiva (en el caso de que demuestren
transparencia, objetividad y ética profesional) cómo con aquellos que
consideren que se puede hacer una mejor gestión y quieran trabajar a largo
plazo para conseguir cambiar la forma de hacer las cosas.
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